José Rodríguez, con una licenciatura en restauración del patrimonio cultural, muebles e inmuebles, nació en el estado Falcón del país hermano, Venezuela. Llegó a Ecuador el 11 de mayo de 2019 y lo recuerda con mucha exactitud porque, como toda persona en situación de movilidad humana, tuvo que enfrentar un panorama desconocido para él y su familia.
A penas pisó tierras ecuatorianas, José no dudó ni un minuto en ir identificando los espacios donde podría vincularse para trabajar. Con risas recuerda que, junto a su esposa, lograron reunir un poco de dinero para preparar el popular “quesillo” un postre venezolano que se ha convertido en el preferido de sus vecinas y vecinos. El aroma dulce de esta preparación fue la mejor estrategia que empezó a implementar y le trajo buenos resultados en sus inicios.
Cuando José hace memoria de sus experiencias hace referencia a sus amigas ecuatorianas que le guiaron en su adaptación al nuevo contexto que le había tocado vivir. Con acciones de honestidad y esfuerzo fue ganándose la confianza de la gente de su comunidad en la parroquia Yaruquí, perteneciente al cantón Quito, provincia de Pichincha.
José se identifica como un hombre que aprovecha las oportunidades, y fue así, que poco tiempo después, entró a trabajar en una plantación de ajo, donde aprendió el manejo del ciclo en todas sus etapas, desde la siembra hasta la cosecha.
Con mucha tristeza recuerda la muerte de su jefe y pensó que con ello también moriría la iniciativa agrícola. Y fue ahí cuando sus compañeras ecuatorianas lo animaron a tomar la posta para iniciar su propio proyecto de cultivo de ajo. Sin herramientas propias, ni terreno propio, José empezó brindando sus servicios a otras plantaciones. De esa forma fue ahorrando poco a poco, y adquiriendo los insumos necesarios para cristalizar su sueño. Hoy por hoy, a través de la actividad agrícola, brinda espacios laborales a mujeres que han sufrido algún tipo de violencia basada en género y personas en procesos de rehabilitación por adicción de alcohol y drogas y esto lo hace sentir muy orgulloso.
Su impulso de hacer las cosas bien, de centrarse en sus objetivos con una planificación estratégica y siempre pensando en el impacto positivo en su comunidad, han sido las claves para su integración socioeconómica en el país de acogida, Ecuador.
Migrar le ha permitido a José mejorar su calidad de vida y la de quienes lo rodean. Su comunidad le agradece y trabaja con él de la mano para construir una comunidad sin fronteras.
Actualmente, José, junto a 120 emprendedores de las ciudades de Quito y Manta, participan de los procesos de fortalecimiento en gestión de emprendimientos del Programa Integra, financiado por la Unión Europea y ejecutado por el Consorcio conformado por CISP, Ayuda en Acción y HIAS.